sábado, 6 de abril de 2024

azotes y abandonos

Se reía, tierna, al contárselo a sus hermanas. Tendría 40 años, yo 5. No sé lo que dirían ellas, yo sentía vergüenza y no le veía la ternura ni la gracia.
Le había pillado en la habitación sola. Le había dicho que le contaba algo, le confesaba algo, a cambio de que no me pegase. Algo había hecho. Malo. Malo a los ojos de una niña de 5 años. Se me había roto algo en las manos, creo. Lo había ocultado. No dormía, me sentía mal, necesitaba liberar. Y tenía miedo. 
Mi madre me tranquilizó, me dio a entender no habría bofetadas, o golpes o tortazos o cachetes o azotes o gritos o todo junto. Esta vez.
El miedo siguió. Después lo llamaría distinto, pero ahí estaba. Está?
No despertar a las bestias. Medir movimientos, buscar aprobación, ocultar errores, seguir las normas, no levantar la voz, no levantar la vista, no hacer cosas raras, no tocar nada, no decir cosas raras, ser buena, hacer lo correcto.
Desear la soledad, la liberación. Crear lugares secretos, llenarlos de objetos y palabras secretas. Montarme sueños secretos antes de dormir. Para poder dormir.
Como ahora. O como hasta ahora.
Ahora que ya todo es aburrimiento. Que está controlada la farsa. Que está superada. Con los disfraces que no entretienen siquiera. Habiendo patinado sobre la rutina. Habiéndome ido y habiendo vuelto. 
Ahora el tedio se me ha incrustado en las tripas y me dice lárgate. 
O me dice pues quédate y déjame olvidar

No hay comentarios:

Publicar un comentario