La intuición que habitaba en mis senos se quebró y renació, amplia, única.
Las migajas del hambre no se logran ya digerir.
El barro seco, instalado en la planta de mis pies, aguijonea despiadado de madrugada.
Me hago líquida, me infiltro y desaparezco.
Un agradecimiento sarcástico, la incredulidad del presente, una bofetada por haber desobedecido.
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